No hay país que pueda declararse libre de la corrupción y el nuestro, en definitiva, jamás podría ser la excepción.
Nuestra historia está repleta de ejemplos de concusión con los recursos públicos, unos sancionados y otros (la mayoría) impunes.
El presidente Leonel Fernández reconoció ayer que, a pesar de que este es un fenómeno mundial, se expresa aquí, bajo su gobierno, en forma de “debilidades” en el manejo de los recursos o los privilegios en las instituciones descentralizadas del Estado.
El Presidente tiene la convicción de que, a nivel de gabinete, o del Gobierno central, este peligro está minimizado debido a las leyes, normas y procedimientos que se aplican para transparentar y monitorear el uso de los recursos públicos.
Pero a nivel de la población la percepción es otra.
Las recientes denuncias de casos de manejo irregular de recursos han llevado a muchos a la convicción de que el problema tiene mayor envergadura.
Y que es difícil disimularlo o negarlo a plenitud.
El Presidente asegura que ahora no hay ejemplos de hiper-corrupción, como podrían ser grandes desfalcos, sobornos o malversación fraudulenta, al estilo de los que escandalizaron a Wall Street.
Insiste en que su gobierno tiene suficiente voluntad política para prevenir, perseguir y castigar la corrupción.
Ojalá que frente a las “debilidades” ya descubiertas en algunas entidades descentralizadas, ponga a prueba su promesa de “tolerancia cero” a la corrupción y castigue ejemplarmente a los responsables.